25 abril 2012

Doce días en Londres



Doce días en Londres, ni cuatro ni cinco, sino, doce. Siempre me ocurre lo mismo, es coger vacaciones y volverme loco, quiero amortizarlas tan bien que parece que un día de vacaciones en casa es un día perdido. Ya había comprado el billete para cinco días cuando caí en que igual que quería pasar unas semanas allí en octubre para practicar mi inglés nada me impedía hacerlo ahora. Le pregunté a Jose si conocía a alguien que alquilara una habitación para un par de semanas y se emocionó intentando convencerme de que me fuera a la suya. De entrada me negué, demasiados años viviendo solo, pero al final me convenció. Total, él estaría trabajando mientras yo dormía, y yo estaría pateándome la ciudad mientras lo hacía él. Por suerte pude cambiar el billete de vuelta con una penalización menor que el precio de un billete de vuelta nuevo. Sé que queda muy de estudiante preocupado por sus exámenes orales, pero en realidad lo que hizo germinar la idea de irme por más tiempo fue constatar que no podía confiar en el Sr. Núñez. En cuanto me invitó a pasar la Semana Santa juntos supe que era un error aceptar. Por varios motivos. El más importante es que esas fechas siempre han servido como un revulsivo para finalizar relaciones, de hecho, el año pasado por la misma época es cuando le visité y a mi vuelta cortamos. Y no era la primera vez que me pasaba algo así con otros tíos. Por eso, en cuanto me invitó a que pasáramos juntos esos días preferí no responder de inmediato, madurarlo unos días, hasta que cuando nos volvimos a ver decidí aceptar. Sabía que sería el punto final y, total, era tan buen momento como otro cualquiera. Es solo que por más que uno se prepare siempre duele cuando alguien te defrauda. Esta vez no era una relación, solamente llenaba ese hueco de fin de semana entre un tema de literatura y otro, y por ello no había sentimiento de por medio, pero jode mucho cuando alguien te trata como si fueras la persona más importante del mundo durante un par de semanas, y luego juega al juego de espaciar las llamadas y los halagos para que el otro vaya progresivamente preparándose para el fin de la comunicación. Imbécil, ese juego lo inventé yo.
Total, allí estoy, en la cola de Easyjet del aeropuerto de Málaga, rodeado de tantos británicos que ya parecía que estaba fuera de España y se me acerca un guiri y me pregunta: “Blah, blah, blah?” Y yo, pillado desprevenido le contesto: “Sorry?” A lo que él contesta con una mirada de condescendencia, me sonríe y se va. Será gilipollas, si no lo he entendido es porque la voz no le salía del culo, no lo hubiese entendido ni aunque me hubiese hablado con el más exquisito acento malagueño.
Todo perfecto, vuelo en hora, llegada anticipada, autobús Stansted – Londres salida inmediata, y me bajo en Liverpool Street. No, Jose no está allí, lo que me da unos minutos para observar el frío frenetismo de la ciudad que me salpica en la cara en forma de una fina lluvia, en un día frío y gris. Bueno, es lo que espero del clima de Londres, ni más ni menos.
Unos minutos de espera observando a todo el mundo que se cruza por delante de mi y no muy lejos atisbo una figura cuya movimiento cadencioso y chulesco me resulta muy familiar. Jose llega y no parece que llevemos dos meses sin vernos. Cierto es que Skype nos facilita una frecuencia de comunicación que casi suple el vernos en persona. Digo casi porque en realidad cuando él vivía en Málaga solo nos veíamos los domingos de 5 a 7, y hablábamos un par de veces a la semana. Ahora casi que hablamos en días alternos, por lo que su decisión de mudarse ha hecho que tengamos más contacto, y sobre todo, más cosas que contarnos (para ser sinceros, más cosas para contarme él, porque a mi NUNCA me pasa nada).  
Su apartamento en Elephant and Castle de dos plantas es muy acogedor, dejo las cosas y almorzamos, para irnos directamente a Picadilly Circus. Me explica cómo funciona la línea del bus que tanto me intimida y, desde los asientos delanteros de la planta alta, observo la ciudad a mis pies con el aliento sobrecogido cada vez que me olvido de que en Inglaterra se conduce por la izquierda y siento que me voy a estrellar con el autobus que viene en sentido contrario. A medio trayecto, sin previo aviso de mi amigo, aparece Westminster y el Big Ben y yo me emociono porque ahora esta ciudad me parece mucho más mía que en las veces que la he visitado anteriormente.
Hacemos un tour por el centro, desde Picadilly nos adentramos en Soho y acabamos tomándonos unas cervecezas en Ruper Street, uno de los clásicos del Soho que a las 7 de la tarde ya está lleno de tíos en ropa formal de trabajo relajándose de un día duro mientras buscan un sujeto con el que entretener su líbido. Y cómo no, me pongo "púo" de cerveza pues como dice el dicho: "donde fueres, haz lo que vieres".
Mañana más de Londres...

06 septiembre 2011

El dos de corazones


Tuve una historia corta allá por marzo/abril que me dejó un poco mudo. Por un lado, decidí no compartirla con la blogosfera pues me volví egoísta y la quise disfrutar yo solo. Por otro, pensé que quizás no compartiéndola tendría un resultado diferente. Me equivoqué en ambos casos, no la disfruté más (aunque sí mucho) y no resultó diferente a otras. Eso sí, produjo un cambio en mi.
Cuando se acabó me volví mudo, no quise abrir mis sentimientos ni siquiera a mis amigos porque apliqué la doctrina de cuanto más lo verbalice más se obsesiona uno y más alarga el proceso. Así que decidí no hablar de ello y neutralizar todo pensamiento relacionado. El resultado fue sorprendente. Se me hizo mucho más fácil que en ocasiones anteriores, pero el precio a pagar fue alto: dejar de sentir emociones.
Lo veo ahora, con la perspectiva que dan los meses, y la sensación de cambio de estación, de inicio de nuevo año lectivo, una suerte de fin de año "setembrero" en el que uno planifica lo que va a ser la temporada que no es verano. Todos los que me leéis sabéis ya que para mi el año se divide en dos: verano, y lo que no es verano. 
Llegué al comienzo de verano bastante mejor de lo que pensaba (físicamente, emocionalmente) y el Orgullo fue tal y como lo había imaginado, una sucesión de fiestas encadenadas en las que disfruté bailando. Pero faltó algo, no me relacioné fuera de mi círculo de amigos y, tampoco tuve ningún encuentro sexual. "¡Qué raro!", pensé en ese momento. Lo achaqué a lo reciente de mi ruptura y que ella había neutralizado mi líbido hasta hacerlo desaparecer. Pensé que sería estacional y me dispuse a disfrutar de Málaga en verano. Todo el mes de julio de playa echando de menos esas historias que solían sucederme, parece que este año todos los turistas son feos... Llegó agosto y nos fuimos a Barcelona a disfrutar del Circuit. Aquella playa (y fiestas) desde luego que no estaba llena de feos, pero me sentía igual que si lo fueran, no me apetece conocer a nadie, no tengo motivación para hacer el esfuerzo de entablar conversaciones que antes fluían sin pretenderlo. Me volví tal y como me fuí, solo que con algún kilo menos de peso... El verano ya estaba tocando a su fin, aunque quedaba la traca final, Mykonos.
Pensé que en Mykonos, lleno de chicos guapos, todo se animaría, pero resultó que no, que tampoco me animó aquello. No es que no percibiera la belleza o el atractivo en la gente, era más bien una especie de extenuación antes incluso de intentar un acercamiento. Una de las cosas que más motivan, al menos en mi caso, es la atracción y el deseo sexual, y si estos desaparecen, desaparece mi motivación. Así que volví a disfrutar de las fiestas y la música, de los amigos, pero no hice ningún amigo nuevo. Raro, raro, raro, porque el año pasado iba conociendo gente allá por donde caminaba.
Me planteé que mi físico podía haber cambiado, sí algo había cambiado, pero no estaba peor. Me planteé que mi mirada había perdido esa chispa que hacía a la gente acercarse a hablarme, y me di cuenta que mi mirada era hierática, como la de una estatua sin vida alguna. Lo sabía y no lo podía cambiar. Porque para cambiarlo tenía que volver a sentir emociones, esas que me había esforzado por neutralizar para que todo fuera más fácil. Y me pasó factura: no sentí nada, ni bueno ni malo. Más tranquilo he estado, desde luego, pero también mucho más aburrido. 
Regresé a Madrid desde Mykonos y la primera en la frente: sexo a tope con alguien que, sorprendentemente, me gustó mucho. A medida que estaba viviendo esas horas, disfrutaba de la recuperada y tan anhelada sexualidad, pero me molestaba conmigo mismo por no querer reconocer que esa persona me gustaba. Incluso dejé pasar momentos con él por no tomar la iniciativa reconociendo mi propio interés.
Y ya en el AVE de vuelta a casa, solo, con tiempo para profundizar en todo lo que había vivido (y lo que me faltó vivir este verano) me di cuenta de que uno puede controlar sus emociones tanto, que llega a olvidarse de ellas.
El verano agoniza y yo solo tengo ganas de tener novio. Sé que es muy estereotipado, pero este verano he tenido toda la libertad del mundo, y no me ha apetecido hacer nada con ella. Quizás haya acabado otra etapa, la de las fiestas, el sexo ocasional, la frivolidad.
Esta mañana, de camino a la oficina, me encontré esta carta de la baraja; consulté con mi gurú y me cuenta que es la carta del éxito en el amor, la del amor verdadero. Lo metafórico es que la arrojé al contenedor después de hacer la foto...

05 mayo 2011

El quinto elemento


Leeloo: ¿Para qué salvar la vida cuando ves lo que hacen con ella?
Korben Dallas: Leeloo, es verdad, tienes razón, pero también hay cosas que merece la pena salvar, cosas muy hermosas, cosas muy hermosas.
Leeloo: ¿Como el amor?
Korben Dallas: Si, el amor, eso es, eso es, es un buen ejemplo, el amor merece ser salvado.
Leeloo: Pero no lo conozco, no sé qué es el amor, me hicieron para proteger, no para amar. Yo no sirvo para otra cosa.
Korben Dallas: No, te equivocas, eso no es cierto. Yo te necesito, te necesito mucho.
Leeloo: ¿Por qué?
Korben Dallas: Porque..., porque...
Leeloo: Dímelo, por favor, ¿por qué me necesitas?
Korben Dallas: Porque...
Leeloo: Dímelo...
Korben Dallas: Porque te quiero, te quiero.

18 abril 2011

09 marzo 2011

El mañana está lleno de curvas


El mañana está lleno de curvas, pero en el camino de la vida no hay ninguna señal que nos avise del peligro. Sé que tus "circunstancias" se enroscan a ti con dos vueltas, como una bufanda en un cuello aterido de frío, y por eso me he mantenido al margen. No te he buscado, no te he escrito, no he tomado iniciativa ninguna aun teniéndolo al alcance de mis dedos, y además he aguantado estoicamente tus embates, como rocas del puerto en días de oleaje.
Ahora creo que ha llegado el momento de actuar, porque sin decírmelo me lo estás pidiendo, porque creo que puedo ayudarte a desenredarte de esa maraña de "circunstancias", porque creo que podría aportar a tu vida cosas positivas, así como tú a la mía, porque creo que me lo merezco y te lo mereces y porque creo que ya ha pasado el suficiente tiempo como para volver a empezar.
Si juntamos las esquinas opuestas del mapa tu océano y mi mar se unen en un azul como el de tus ojos, un azul como el de mi mar en días de poniente, tu verde musgo se mezcla con mi dorado, tu humedad se equilibra con mi sequía y la arena de tu playa se confunde con la de la mía, construyendo castillos en el aire. También, el final de tu infancia se entremezcla con mi adolescencia. Pero seguro que habrá elementos comunes.

Fotografía: J.Rodríguez
En el fondo creo que hay más parecidos que diferencias, porque los elementos están muy cerca unos de otros o son fáciles de desleír. Pero lo que me parece más importante es que ya hay una semilla germinando en nuestro interior, y no me importa tener paciencia y observar como va creciendo con cada llamada, con cada conversación.
Yo quería que fuese de determinada forma, pero con la experiencia he aceptado que las cosas no siempre son como uno quiere, y que a veces, aún siendo diferentes, pueden ser tan buenas como las que habíamos imaginado. Quizás por eso mismo sea mucho más interesante, por ser sorprendente, por no discurrir como suele ocurrir, porque la espera incrementa el deseo y la necesidad, y le otorga solemnidad.
Sí, el mañana está lleno de curvas y pueden ser peligrosas, pero soy un conductor experimentado, cauto, llevaré el cinturón de seguridad abrochado, bajaré la velocidad según la necesidad pero no voy a irme a otra carretera más recta, porque esta discurre a lo largo de la costa y sus vistas me llenan mucho más.

23 febrero 2011

The sound of goodbye



Subí a Madrid de improviso, el jueves noche lo decidí y el viernes me fui con mis amigos, que tenían planeado subir en coche. Nos conocimos en una fiesta a principios de agosto, se fijó en mi y su mirada insistente me hizo darme cuenta de su existencia. Me encontró por Facebook y estuvimos varias semanas enviándonos mensajes, como una historia romántica decimonónica. Sólo nos vimos unos minutos en persona, así que en realidad era un desconocido para mi. Le llamé por si tenía tiempo para un café, antes de irse a pasar el fin de semana con la familia:
-Holaaaa, ¿qué tal?
-Hola, pues aquí, en el Adidas de Fuencarral.
-¿Qué?
-Sí, que me he subido con mis amigos, que venían en coche. Pero no te montes la película, no te creas que me ha dado un flash y he venido a verte. He aprovechado el viaje para pegarme una juerga. Te llamo por si te queda tiempo para un café.
-¡Claro! Esperáme en Callao, en media hora.
Llegó en su scooter, nos saludamos y ya supe que me gustaba, por su forma de hablar, por su actitud y por algo tan tonto como llevar unas Nike de running. Tomamos café en el Starbucks de Fuencarral, sentados alrededor del árbol a la fresca sombra de una tarde de mediados de septiembre. Me acompañó de tiendas, y me contó que había pospuesto la visita familiar al día siguiente, así que quedamos para cenar. Antes de irse me dio un beso.
Me recogió en su moto, cenamos y me invitó a tomar el café a su casa. Lo preparó y lo llevamos al salón junto a unas rayas que había hecho.La coca nos hacía muy locuaces, no parábamos de hablar de las parejas de gays y de la apertura de las relaciones, de sus tempos. Entre sorbo de café y tirito, nos fuimos comiendo los labios, los cuellos, las orejas. Sin darnos cuenta estábamos enredados quitándonos las camisetas en el sofá, y un minuto después anudaba mi lengua a los rizos de su pectoral. Me encantaba su aroma, y mi nariz no paraba de hacer profundas inspiraciones deleitándose con ese perfume. Aún más cuando frotaba mi cara con su ropa interior, todavía puesta.
Acabamos con las rayas y trajo el bote, él sabía que era mi primera vez y que debía ir con cuidado conmigo. Sacó el gotero y dejó caer un chorrito en un vaso con Fanta, me lo tomé y a los pocos minutos empecé a sentir un enorme calor que me obligó a sentarme en el balcón a tomar el fresco. Cuando me sentí mejor volvimos al sofá y la intensidad de las sensaciones se multiplicó. Nos besábamos como bebe quien vaga por el desierto y se topa con un charco de agua, con ansiedad, con necesidad y premura, como si fuera un espejismo que en breve desaparecería. Nos frotábamos pecho con pecho, enroscando nuestros respectivos vellos con tanta fuerza que dolía y daba placer a la vez. Me decía, mientras veía como miraba mi cuerpo y mi desnudez: "qué morbazo tienes", y eso me calentaba aún más. Resfregábamos nuestros paquetes hasta hacernos daño, para luego comérsela a lo bruto, atragantándome y haciendo que él me marcara el ritmo poniendo sus manos en mi cabeza, pidiéndole que me forzara. En algún momento, a punto de corrernos, alguno decidió parar, porque era la hora de ir a la discoteca.
Había llamado para que nos pusieran en lista, así que entramos en Ohm, donde la media de edad era 25 años, aunque daba igual, no necesitábamos más compañía que un refresco, un chorrito de ghb y una columna donde escondernos y dejarnos llevar por las sensaciones. Bailábamos y nos besábamos, o al contrario, pero no podíamos parar de rozarnos, tocarnos, mordernos. Sonaba The sound of goodbye, mientras nos comíamos a besos y nos tocábamos más allá de lo políticamente correcto, y en ese momento sentía que el mundo era mío. No necesitaba más en la vida, esa era la idea del cielo para mi.
Llegó el momento de irnos a consumar lo que llevábamos horas preparando, antes de que nos detuvieran por escándalo público. Volvimos a su casa y allí nos lamimos de arriba abajo, nos chupamos con fuerza y ganas, nos mordimos y pellizcamos, nos besamos y en algún momento me penetró. Fue una penetración larga, sin aspavientos pero intensa, con buen ritmo. Mientras me cabalgaba me mordía la nuca, me comía los labios, la oreja, y se me erizaba la piel de placer, hasta que nos corrimos. Aún nos dio tiempo a dormir una hora antes de que tuviera que irse a visitar a su familia.
-Vuelvo el domingo por la tarde, no pagues hotel el domingo, quédate conmigo.
Yo, pillado por sorpresa, sabiendo que bajo los efectos de las drogas se dicen cosas de las que después uno se arrepiente le contesté:
-No sé, hablamos esta tarde por teléfono y lo decidimos cuando estemos más frescos.
Me gustó que no solo quisiera una noche de sexo conmigo.
A la vuelta en el coche mis amigos me preguntaron qué tal me había ido. Les contesté:
-Este tio tiene todo lo que me gusta: trabajo estable, casa propia (perfectamente ordenada, por cierto), saber estar, es masculino, divertido, atento, le gusta la fiesta pero no es un descerebrado, y tiene unas tetas que me encantan. Por suerte vive a 500 km de distancia, y tiene una relación tormentosa con su ex que me hace mantener los pies en la tierra. Porque ya conocéis mis superpoderes.



31 enero 2011

Senderos de domingos



Como le prometí a Ut, aquí están algunas de las fotos del día que pasamos en el Pantano del Chorro, en Álora (Málaga). Últimamente nos hemos aficionado al senderismo, que es algo que aún no cuesta dinero, y nos permite aprovechar esos soleados domingos de invierno.






Como eso de salir de marcha cada vez apetece menos (a no ser que sea una buena fiesta en Madrid o cualquier otra capital), una de las formas de pasar un día con amigos es hacerte un buen bocata, o una ensalada de arroz (para los que nos queremos cuidar), echar la cámara a la mochila, y calzarte las botas apropiadas para ese tipo de terreno (nunca tienes suficientes zapatos, sombreros y bolsos, como decían en AB FAB).






Durante la caminata se tocan todo tipo de temas, desde las manifestaciones ciudadanas que pretenden derrocar dictadores, pasando por la economía mundial y la microeconomía (es decir, cada uno cuenta lo que le cuesta llegar a fin de mes), hasta el tema básico de cualquier conversación entre amigos que se precie: tíos y pollas.



Fotografía: J.C. Ordóñez


Luego llega el momento fotográfico, yo me dedico a plasmar paisajes que me voy encontrando, mientras El Roce se dedica a inmortalizarnos en poses lo más sexy posibles, porque ¿de qué sirve hacer cosas si no hay fotografías de ello para colgarlas en el Facebook? Vamos, que aún estoy viviendo de los réditos de la última que me hizo hace tres meses, que me ha proporcionado más de 70 nuevos "amigos". Y llega un momento en que no sé si Rocco está aburrido, o ha aprendido a posar tan bien, que ve la cámara y entiende el encuadre y la perspectiva que el fotógrafo tiene en su cabeza.




17 enero 2011

Not an angel


La consciencia aparece junto a la sensación de frío, que eriza su piel. Se despereza sin recordar cómo cayó en ese sueño profundo: Despertar.


Siente una quemazón en la espalda, sus dedos perciben una excrecencia desconocida, e intenta erguirse: aprendizaje.


Se siente tan deslumbrada por la nueva realidad como por la luz del atardecer, que la envuelve y abriga: Esplendor.


Acepta su nueva situación pero desconoce la prohibición: Decadencia.

Padece la ira divina: Ocaso.


05 enero 2011

Queridos Reyes Magos



Queridos Reyes Magos,
aprovechando que esta noche pasáis por aquí os dejo esta carta para ahorrarme el sello, que la vida está muy difícil.
Os sorprenderá que os escriba hoy porque todo el mundo lo hace mucho antes, pero en esta ocasión no os pido nada, más bien os quiero hacer saber, con todo el respeto, de la equivocación que habéis padecido. Ya sé que no os sometéis a la jurisdicción española, ni tan siquiera a la europea, ya que sois de Oriente, y es como en internet, os acogéis a la legislación del territorio en el que tenéis el domicilio fiscal; por tanto, esto no es una reclamación, sino una queja.
Ante todo quiero agradecer el regalo que me habéis hecho, y que ha colmado hasta la más alta de mis expectativas, a sabiendas de que se ha anticipado dos días a la fecha tradicional. Tengo que reconocer que no confiaba mucho en vuestro criterio, pues estoy acostumbrado a que lo que a mi me atrae no es lo que le atrae a los demás, pero al verlo sentado delante de mi no pude por menos que sentir un pálpito. Durante toda la cena estuve pendiente de sus ojos, unos preciosos ojos claros que no paraban de mirarme, y en los que no pude distinguir entre fascinación o decepción. Más abajo, su nariz algo respingona me recordaba a la de las estatuas griegas, anda que no me había yo enamorado de narices así mientras estudiaba el arte greco-romano. Durante la cena me sentí afiebrado, no sabía si era por el contraste entre el frío exterior y la calefacción interior o, lo que me parece más probable, por darme cuenta de que tenía delante esa famosa aguja que se perdió en un pajar. Con el estómago cerrado, no podía probar bocado, e intentaba pasar algo de comida que pudiera disimular mi nerviosismo. Entre un tema y otro de conversación mi mirada se perdía por entre los botones de su camisa que sugerían unos hombros formados y unos brazos bien torneados. El culmen llegó a la hora de levantarnos, cuando poniéndose el jersey pude disfrutar de los volúmenes de su tren inferior, lo cual agradezco a unos vaqueros ajustados que debieron de ser diseñados directamente sobre su cuerpo.
No penséis mal, no solo me atrajo su físico, que ya sabemos que es importante y a vosotros no os lo puedo negar, pero es que había más. Tal como están las cosas sólo con tener trabajo ya puede uno darse por agraciado, pero es que además tenía un buen trabajo, era una especie de relojero que se dedicaba a reparar o sustituir la maquinaria que funciona mal, y volvía a dar cuerda a aquellos que se quedaron parados. El mío se quedó parado en aquella mesa y veo difícil que lo puedan arreglar.
De él me gustó su aire de timidez, que probablemente no lo es tanto, el acento gallego que no tiene, y que dicen que solo aparece cuando está rodeado de otros gallegos; que dejó de fumar hacía un mes, aunque hubiera vuelto a caer estos días; que pasara la Navidad en familia, y que su hermana estuviera embarazada de quien iba a ser su primer sobrino (niña); que su profesión no fuera su vocación, y que su vocación fuera la pintura, que ahora se había convertido en su hobby. Tantas cosas me gustaron de él, y me dio tiempo a conocer tan pocas...
Pero hay algo que no me gustó nada, y por eso quiero pedir, queridos Reyes, que no seáis tan crueles conmigo, pues sería como si al niño que pidió una pelota, le hubierais traído el balón oficial del mundial, pinchado; me traéis el único regalo que os llevo pidiendo hace unos años, me ponéis la miel en los labios y luego me decís que tiene novio. Podíais habérmelo traído hace unos meses, cuando él aún estaba soltero.
Atentamente,
Adriano

30 diciembre 2010

¡Feliz 2010!


Parecería que me he equivocado en el número y estoy felicitando a todos por el nuevo año (aprovecho para felicitaros a todos por el nuevo año), pero no es eso lo que quiero hacer. Aunque sea exclamativo es una afirmación, feliz 2010, porque haciendo memoria del año que se acaba el resultado que me sale es que el 2010 está siendo un año feliz para mi.
Empecé el año un poco recluido en casa, como es normal en los primeros meses del año, me gusta refugiarme en casa y dedicarme a la vida contemplativa, leer, ver películas, estar en soledad y pensar mucho. Antes intentaba buscar el porqué de mi actitud en esas fechas, lo achacaba al desgaste de la segunda mitad del año, a haber salido mucho y necesitar un descanso, pero ahora ya sé que forma parte de mi biorritmo. Hace un par de días, un amigo de toda la vida que está acabando psicología, y que me conoce muy bien, me dijo que había encontrado la explicación a mi hibernación, y tiene nombre y apellidos: trastorno afectivo estacional. En épocas de menos luz solar cambian mis ritmos y me vuelvo más casero, estoy más cansado y solo me apetece recluirme, contrastando con la época veraniega en la que no paro en casa más que para dormir. Aunque tenga ese rimbombante nombre no he de preocuparme pues no es en realidad una enfermedad que haya que tratar. No me importa el nombre, ya me había dado cuenta yo por mi mismo de lo que ocurría, y hace tiempo que dejó de preocuparme mi hibernación, la asumo como puedo asumir que me gustan los guisantes con almendras que cocina mi madre.
En la primera parte del año me dediqué a mis entrenamientos, mi dieta alimentaria, a descansar y ahorrar lo máximo que pudiera, porque me imaginaba que en la segunda parte del año lo iba a necesitar. Y así fue. Aún resuena el timbre del teléfono con la llamada de mi amigo El Roce, quería planear las vacaciones de verano, y aún estábamos en marzo. A otro de nuestros amigos le habían concedido un curso durante una semana de agosto en Amsterdam, así que planeamos viajar allí, que además coincidía con el Orgullo, pero como los vuelos salían más baratos desde Barcelona, mejor pasábamos unos días en esta ciudad, que además coincidía con el Circuit. La otra parte de las vacaciones sería 10 días después de la vuelta de Amsterdam, pues queríamos ir a final de agosto a Mykonos, pero como los vuelos salían más baratos desde Roma, decidimos también pasar unos días en la capital italiana. Eso fue decidido en abril.
El inicio de la época estival no lo marcaría el primer día de playa, no, lo marcaría la semana del Orgullo en Madrid. Este año decidimos irnos de jueves a lunes, y ya el primer día (que pensábamos ir de tranqui) acabamos en la fiesta Turn off the light hasta las 6 de la madrugada. De ahí en adelante tengo una mezcla de recuerdos que cuesta trabajo deshilvanar. El viernes fuimos a la fiesta Supermartxé, que empezó por la tarde con una Pool Party (les ha dado por poner los nombres en inglés, que parece que suena más chic, pero es lo que llamaríamos una fiesta en la piscina, de toda la vida) y acabó a las 7 de la madrugada, esperando el autobús bajo la lluvia. Menos mal que Jose (al que acababa de conocer) me daba calorcito para no resfriarme. La manifestación fue como siempre, un arcoiris interminable, regado con muchas ganas de diversión, buena actitud por parte de todo el mundo, y su poquita reivindicación.
El domingo en la WE, conocí a un chico israelí (parecía que todo Tel Aviv estaba en Madrid, cabíamos al menos a un israelí por español) con el que estuve hasta que tomó el taxi que lo llevaría al aeropuerto a la mañana del día siguiente. Mantuvimos el contacto por Facebook y Skype, y me invitó a conocer su país. Yo ya tenía planeado todo un agosto de viajes, pero aprovechando el puente del Carmen me fui 5 días a Israel. Fue toda una experiencia vivir el contraste entre la religiosidad de Jerusalem y la apertura de Tel Aviv, estar en el muro de las lamentaciones, y por la noche ir a una discoteca cuyo código era ropa deportiva. Además, la comida era sabrosa, y tanto el chico que conocí como sus amigos eran muy acogedores. Una de las noches tuve una sensación extrañísima, de pronto me veía desde fuera (supongo que las cervezas ayudarían a ello) dentro de un coche, rodeado de 4 chicos israelíes, circulando por entre naves de una zona industrial buscando una fiesta, y pensaba, esto podría ser como en aquella película en que los vampiros invitaban a los mortales a una fiesta, y en algún momento sonaría la música clave para empezar la matanza.
A Barcelona llegamos el lunes por la noche, al día siguiente era la fiesta en el parque acuático, durante el día mucha piscina y toboganes, pero yo estaba acatarrado y no me apetecía en absoluto. Lo bueno comenzó por la tarde, cuando empezó a sonar el musicón en la piscina de olas, y estar allí rodeado de tanto tío bueno en bañador era como una celebración de la vida. A esas alturas ya nos sonaban caras de algunos chicos que nos habíamos encontrado en las fiestas de Madrid, y deduje que había un circuito gay internacional al que había llegado casi por casualidad. Lo mejor es que es fácil conocer gente, conoces a alguien que te presenta a sus amigos, tú le presentas los tuyos, y se va abriendo un círculo en el que al final acabas relacionándote con un montón de gente. Al encontrarme al guapísimo camarero del bar de la playa de Tel Aviv, parecía que el destino jugaba a enredar y tejer. Acabé la fiesta en la habitación del hotel de una pareja que acababa de conocer, nunca imaginé que me podría "enamorar" de dos personas al mismo tiempo, y con la misma intensidad. Ya no me quería ir a Amsterdam, pero no tenía más remedio. Planeamos un encuentro la pareja y yo para final del verano.
El primer día en Amsterdam hicimos turismo convencional, quedamos con Dimitris, un chico con el que El Roce tuvo un idilio el año anterior y que casualmente coincidía con nosotros. Como era la semana del Orgullo había más de dos fiestas por noche, y al final fuimos a Supermartxé. Allí conocí a un madrileño con el que fuimos de fiesta en fiesta, y nos facilitó conseguir entradas para Rapido, la fiesta por excelencia del orgullo holandés. No me la hubiera perdido por nada, una antigua iglesia convertida en discoteca, bailando en lo que había sido el altar, y plantas por arriba y por debajo llena de tíos en bañador. Hacía tanto calor allí dentro que nos habían advertido que había que dejar la ropa en el ropero y quedarte en pantalones cortos. No sabía que se podía sudar tanto. Lo de Amsterdam fue casi como Madrid, una mezcla de fiestas consecutivas, dormir, comer y más fiesta. Menos mal que el turismo ya lo había hecho en una visita anterior, si no, no hubiera visto más que los canales.
Después de unos días de descanso volvía a empezar todo. De Málaga a Madrid, pasábamos la noche de fiesta y temprano salíamos para Roma, allí ya tenía contactos que nos llevaron al Gay Village, pues en verano cierran todas las discotecas y abren una especie de centro de ocio al aire libre. Pasamos la noche de fiesta y al acabarse conocimos a una pareja que nos trajo de regreso a la ciudad (Gay Village estaba a las afueras), no nos conocíamos de nada, pero fueron muy amables. Por el camino me contaron que habían estado en Sevilla en la boda de un amigo, y de pronto enlacé ideas, mi amigo Kiko se casó en Sevilla con un italiano, les pregunto:" ¿no serán Kiko y Luca?" El conductor se volvió (y yo pensando "mira hacia adelante que nos la vamos a dar con cualquier monumento") con cara de sorprendido "si, ¿los conoces?", pues claro que los conozco, incluso en Amsterdam habíamos estado de fiesta en fiesta por casualidad. Este mundo es muy pequeño... Al día siguiente nos fuimos a la playa Mediterranea, en Ostia, que es la playa gay a la que van los romanos. Allí conocí a Francesco, que se iba a Mykonos al día siguiente a nosotros, y que había coincidido conmigo en Tel Aviv, aunque no nos habíamos visto. Cuando lo agregué a Facebook vi su foto con el camarero guapo de Tel Aviv con el que coincidí en Circuit. Por suerte, en Roma no hay mucha vida nocturna, lo que nos permitió hacer turismo al menos por dos días (aunque yo también conocía ya la ciudad). Cuando llegamos a Mykonos el reloj empezó a correr a toda velocidad, había que llegar a la playa antes de las 12 para conseguir hamacas, al Elysium antes de las 7 para poder ver la puesta de sol, luego había que cenar y salir, y otra vez a empezar. Volvimos a coincidir con Dimitris, que venía con Mixalis, un tío encantador y muy cariñoso, que a su vez aportó a Fran (un madrileño que hacía prácticas en Atenas), y poco a poco fuimos haciendo un grupito que en la última noche se convirtió en 12 o 14 chicos (empezamos 3). El Roce se dedicó a grabarnos en video y compuso el corto que comparto con vosotros.
Regreso a casa y depresión post-vacacional, al siguiente fin de semana Juan Carlos (que se ha echado novio) se va en coche a Madrid a visitarlo, y nos convence a El Roce y a mi a que vayamos con él (¿qué mejor forma de quitarse la depresión que volver a pegarnos unas cuantas fiestas?). Me parecía hasta inmoral, pero con la antigua (nueva para mi) filosofía de vida del Carpe Diem, decido no perderme nada de lo que pueda hacerme feliz y sobre todo, estar en compañía de mis amigos. Un fin de semana compartiendo con mis amigos de aquí, con mis amigos de allí y conociendo personas nuevas. ¿Cómo va a acabar esto? Pues llegó octubre y por prescripción médica me tengo que encerrar en casa. Y me dedico a leer todo lo que no había leído en el año, a ver todas las pelis que no había visto en el año, a dejarme cuidar, y a recibir el aprecio de mi familia y de los amigos y nuevos amigos que he ido conociendo. Un buen colofón a este año tan movido y en el que tanta felicidad he tenido.
Yo firmaba ya por un año como el que se acaba...


07 diciembre 2010

¡Oh, cómo hemos vivido!


El otoño va llegando a su fin, acaba de darse cuenta de ello, de ello y de que apenas ha podido disfrutar de ver cómo las hojas caen de los árboles. La mayor parte del otoño la está pasando encerrado en casa, sin salir, prescripción médica, no por decisión voluntaria ni el producto de un experimento.
Ha tenido tiempo de pensar, desde esa atalaya en la que se siente ha visto el sol ponerse, ha visto el cielo sin nubes, ha visto las nubes sin cielo, ha visto el agua salpicando los cristales a causa del viento, las copas de los árboles mecerlo en una nana con la intención de acurrucarlo en un abrazo maternal y sanador. Sana, sana, culito de rana, si no se te cura hoy...
Las pocas salidas al exterior, la mayoría cumpliendo con citas médicas, le han hecho mirar con nuevos ojos las cosas más simples. El ruido de los tubos de escape le ensordece, el rumor de la gente esperando en el centro de salud le marea, el aviso sonoro de la pantalla de los turnos le provoca ansiedad. Por la calle se fija en el abrigo blanco de una señora que, parada en la acera, charla con otras dos personas, sorprendido por una dosis de elegancia. Con los ojos acaricia cielos y nubes vistas desde el exterior, la luz produce sombras y juega a esquivarlas, el aire huele a limpio y a césped húmedo de una reciente lluvia.
Ha sentido la incomodidad que provocan las preguntas protocolarias necesarias para el diagnóstico y tratamiento. Por una vez siente en su piel la mirada acusadora de quien se cree que todo es teoría, y no tiene en cuenta que en la práctica nada es tan infalible; en ese momento se solidariza con todos los que alguna vez han sentido la discriminación por una enfermedad. Ha puesto el correspondiente lazo rojo en su perfil de facebook adhiriéndose a la conmemoración de la lucha contra el VIH. No tiene VIH, pero siente su causa como propia. Porque es de todos, de toda la sociedad al completo, la responsabilidad de entender que cualquiera que sea la enfermedad, el enfermo nunca es culpable de sufrirla, como tampoco lo es quien tiene gripe.
Pensó que iba a ser mucho más duro ese encerramiento, esa soledad corta para una vida, pero larga para una estación, inventándose tareas que pudieran desarrollarse desde el sofá o la cama. Se alimentó de libros, de series de televisión, de películas, de las llamadas de los amigos, de la visita de algún valiente inmune a su enfermedad; pero sobre todo se alimentó de sus recuerdos, de aquellos que sin esforzarse salían de la bolsa en la que los guardaba, como la que contenía sus canicas cuando era chico. Le envolvía una música estruendosa de ritmos fijos, miraba aquí y allí caras divertidas, cabezas moviéndose rítmicamente, cuerpos semidesnudos moldeados a base de pesa y batido, eufórico de sentirse arraigado en ese micromundo. Fotografiaba un mar de bicicletas aparcadas junto a los canales, entre los que paseaba con sus amigos bromeando y riéndose de nuevo como adolescentes. Se quedaba boquiabierto a la salida del metro frente a la cual se elevaba el Coliseo, iluminado en la noche, tras un largo día de playa. El alma se le conmovía en la terraza de aquel lujoso hotel, Elysium, desde la que admiraba al sol, tímido y moribundo, esconderse bajo el mar; en toda su vida el sol siempre se había escondido tras las montañas. Y esa luz mágica, que iluminaba los rostros y los engrandecía, se colaba a través de sus ojos mediante un halo que parecía entibiar su alma, cargándola de energía, fuerzas de la naturaleza que sintonizaban con él.
Sentía una imperiosa necesidad de tocar y ser tocado, de besar y ser besado, el contacto humano se convertía en una carencia nunca antes experimentada, pues a pesar de tener la posibilidad, debía evitarla evitando así contagios.
Recuerdos deshilachados que le mantenían con la esperanza de una pronta recuperación, para darle una nueva oportunidad de vivir nuevos recuerdos aún no recordados.

15 noviembre 2010

Nostalgia del miedo

Pero ¿qué mierda te pasa? Te pondes delante de la hoja en blanco pensando, y se te va el tiempo.

No sé, ha pasado tanto tiempo que ya no recuerdo como funciona esto.

Si aún tienes mucho que decir, seguro que ahí dentro, en esa cabeza que a veces parece de chorlito, quedan cosas que podrías plasmar aquí.

Claro que tengo cosas, ¿qué te crees?, que ya no pienso, que ya no imagino, que mi fantasía ya no vuela. Al contrario, son tantas las cosas que no sé por dónde empezar, mi cabeza es una olla a presión que silba y silba, y parece que va a explotar. Y de pronto alguien apaga el fuego, y esa ebullición se interrumpe. Igual que un bizcocho al que se le abre la puerta del horno antes de que comience a subir, cuya masa se habrá desperdiciado y el proyecto de pastel será un fracaso.

Pues si tienes tanto que decir, comienza, da igual por dónde, podrás ir adelante o hacia atrás en el tiempo, ya sabes que es una licencia que todos los escritores utilizan en algún momento.

Pero yo no soy escritor, y no sé si quiero mirarme en el espejo. Me da miedo lo que me pueda encontrar.

Pues qué vas a encontrar, solo tu imagen, esa que lleva años devolviéndote el espejo, con mucha suerte con una arruga más, pero la misma al fin y al cabo.

No entiendes nada, me refiero a que me da miedo bucear entre tantas cosas que he vivido o que he imaginado, hay monstruos a los que no quiero volver a mirar a los ojos, y hay paraísos de los que no sé si podré retornar si vuelvo a visitarlos. Me da miedo volver de ellos y enfrentarme a este día a día tan desabrido, del que a veces me gustaría escapar.

¿Y no es peor quedarte siempre en este día a día? Al menos con tu imaginación construyes vivencias mucho más interesantes que cualquiera de las que puedas vivir en la realidad. Además, seguro que los visitas a veces, sin proponértelo, en un sueño, o cuando sueñas despierto. ¿Me equivoco?

No te equivocas, jodido cabrón, sabes de sobra que es así, pero puedo interrumpir esos sueños en los que me sumerjo por equivocación justo cuando llego a un lugar que no me gusta, o que me gusta demasiado. Justo en ese milisegundo en que el que sé que me estoy adentrando en un peligroso paraje, paro y vuelvo a la realidad. Y de esa forma, me prevengo del miedo, de la nostalgia, de la nostalgia del miedo o del miedo a la nostalgia.

Entonces te aconsejo una cosa, cámbiale el nombre, que se llame: La falta de memoria de Adriano. Así tendrá más sentido. Nada, eso es lo que compartes, una nada fácil y cómoda, como una mente en blanco; u oscura y tenebrosa, como cuando despiertas de una noche de excesos de alcohol sin recordar cómo llegaste al sitio en el que sea que estés.

Siempre has sabido dar donde más duele, siempre has tenido esa habilidad de hacer leña del árbol caído. Ya sé que yo siempre he sido mi peor crítico, el más feroz, que nunca he necesitado a nadie para que me hiciera daño, tengo suficiente conmigo mismo, me basta y me sobra.



28 mayo 2010

Lo verdadero es un momento de lo falso

Acabo de terminar este libro, el último de Lucía Etxebarria, y lo recomiendo a quien quiera echar un rato entretenido. Como lector de sus anteriores novelas, ésta me parece algo floja, una sucesión de personajes hablando todos ellos de la vida del protagonista del libro, alguien que no aparece en ningún momento sino es retratado por las personas que lo rodeaban. Como ejercicio de escritura es bastante bueno, pues consigue muy bien transmitir la identidad de cada personaje a través de sus propias palabras. Pero creo que pasa bastante de puntillas por toda la trama, no termina de desarrollar en profundidad los matices de los personajes que se relacionan con el protagonista y echo de menos algunos de sus paseos por el inframundo, noches de alcohol, sexo y drogas, que junto a ella y a través de sus palabras hemos visitado. Siempre me ha gustado ir de su mano por estos viajes nocturnos, ya que su visión siempre me ha parecido novedosa, precisamente por ser una mujer la que los retrataba.
Extraigo del libro este párrafo del final, por transmitir suficientemente bien lo que muchos que nos hemos apartado de la norma en nuestra forma de vida hemos echado de menos cuando somos voyeurs de la vida de los demás:
"[...]un poco más adelante la canción dice que el placer se puede comprar pagando con dolor, y es cierto que yo envidio muchísimo a tanta gente que conozco cuyas vidas no son una montaña rusa sino más bien una plácida llanura de obligaciones y contratos, de enlutadas profesiones y oficios, de previsibles alegrías domésticas, de cerraduras protegidas y rituales de domingo, de serenidad con que las hojas esperan su inevitable caída y su conversión en polvo, pero también sé que ellos no podrían ni imaginar algunos de los paisajes que he visto, de las caricias que he dado y recibido, de los besos que me han hecho quedarme sin respiración, y que por eso no pueden cantarlos o escribirlos. Y me pregunto, como tantas veces, si merece la pena pagar el placer con dolor, pagar la capacidad de contar tantas cosas con esta sensación de vacío que llega de pronto, como las depresiones."
Lo que más me ha gustado es la interactividad de la novela con internet, pues puedes encontrar en Facebook el perfil de dos de los protagonistas del libro, e incluso puedes ver el video del primer éxito del grupo musical protagonista del libro, que os dejo aquí.

25 mayo 2010

Amaos

Ave María Purísima,
Padre, estando en el mes de las comuniones, después de asistir a la de un familiar he pensado que hace mucho que no me confieso, yo diría que desde mi Primera Comunión, y he tenido el impulso de hacerlo.
Durante la Eucaristía me vi frente a las vidrieras que decoran su Parroquia, en una de las cuales se puede leer una exhortación: "Amaos". No he podido evitar pensar en mi familia, mis amigos, las personas que me rodean a las que quiero, y no consigo entender la oposición que muestra la Iglesia al amor entre personas del mismo sexo.
He reflexionado sobre ello, y he hecho un examen de conciencia, a través del que constato que el amor que yo he sentido es equiparable, incluso a veces más intenso, con menos reservas y condiciones, que el amor de algunas de las parejas heterosexuales que conozco y que han sido bendecidas con el sacramento del matrimonio.
Sé que cuando me enamoro respeto a mi pareja ante todo, respeto sus necesidades y carencias, me vuelco en sus momentos bajos, lo ayudo en todo lo que puedo, comparto con él todo lo que tengo, y en el momento de la enfermedad lo cuido con una constancia y un empeño que no encuentro en mi cuando soy yo el enfermo.
Lo único que "diferencia" ambos tipos de relaciones es la capacidad de procrear, de tener hijos; y yo me pregunto: en los casos de parejas heterosexuales no fértiles, ¿debería la Iglesia darles la espalda?, o en su lugar debería entenderlos, apoyarlos y comprender la dificultad que conlleva la existencia yerma, que impide la continuidad, que impide dejar un rastro genético sobre la faz de la tierra.
En realidad no sé muy bien por qué me estoy confesando ante usted, porque para que la confesión tenga efectos espirituales debe partir de un examen de conciencia para recordar los pecados cometidos. Siendo una buena persona, el único pecado del que me puedo acusar es de mantener relaciones con personas de mi mismo sexo, lo cual no considero pecado. Por tanto, no cabría el arrepentimiento, sentimiento necesario para el propósito de enmienda, del que carezco por razones obvias.
Me gustaría decirle, para terminar, que la Iglesia necesita adaptarse a los nuevos tiempos, y no permanecer anclada en un pasado medieval, si tiene la intención de perdurar, y debe hacerlo rápidamente. Aunque en mi caso ya es tarde, perdí la Fe primero en su Iglesia, posteriormente en Dios, cualquiera que fuese su nombre.
Como el protagonista de aquella novela de Unamuno, quiero creer.


06 mayo 2010

El azul de Elya

Fotografía: Griego Atardecer
Autor: El Roce

Al recoger la correspondencia, entre sobres con membretes de firmas comerciales y bancos, encontré una tarjeta postal con la fotografía de una atardecer en el mar. Me pareció raro porque no recordaba que ninguno de mis amigos estuviera de viaje, empecé a leerla en el ascensor sabiendo que no era para mi, que el cartero se había equivocado, pero como no llevaba sobre, su contenido era público. Me pareció tan bonita que no pude evitar compartirla con vosotros, he aquí su contenido:

"Querido Abel, aprovecho un momento de tranquilidad para compartir contigo la felicidad que me envuelve, es una sensación que arraigó en mi en cuanto me subí al avión con destino a esta isla que no ha defraudado ni la más alta de mis expectativas.
Me resulta curioso pensar que vestimos de casualidad aquello que depende esclusivamente de nosotros, nuestra tendencia a atribuir al destino la responsabilidad de lo que nos ocurre ahora me parece muy lejos de la realidad. En el mismo momento en que compré aquel billete de avión empecé a escribir esta historia tan bonita que nació la primera noche que puse los pies en esta tierra rodeada de un mar verdiazul, tan impresionante, que la visión del primer amanecer puede cortarte la respiración. Como cuando Sebastian me sonrió por primera vez.
Si yo empecé a escribir esta historia en el momento de escoger la fecha del 21 de agosto y no otra, él puso el papel escogiendo las mismas fechas, sin acordarlo previamente. Lo que es seguro es que no fue casualidad que esto ocurriera, probablemente nos llamáramos el uno al otro desde la distancia, sin tener la certeza de que sintonizábamos la misma frecuencia. ¿Nunca has sentido que hay alguien ahí esperándote, y no saber dónde buscarlo?
El resultado de hacer coincidir nuestras coordenadas geográficas y temporales son días de sol frente al azul del mar, azul como el de los ojos de Sebastian en los que continuamente me sumerjo; charlas al atardecer (como el de esta postal) en la playa de Elya, mientras refresca y nos acariciamos mutuamente para transmitirnos el calor de nuestros cuerpos; y besos, muchos besos interminables que parecen nuestro particular maná. También son noches de copas al son de la música de baile, entre chicos con ganas de diversión, que nos miran envidiando la felicidad que nuestras caras irradian, mientras nos sentamos un poco apartados para poder compartir confesiones, antes de irnos a disfrutar de la pasión que provoca un cuerpo nuevo, y una fecha de caducidad.
Cuando regrese seguramente lo pasaré mal, como el adicto a su droga cuando le falta, y quizás te corresponda a ti cuidarme durante los oscuros días del mono, pero no quiero pensar en ello, estoy centrado en el gozo de cada minuto aquí, intentando transmitirte algo de ello.
Te mando un abrazo, tu amigo Luis.
Mykonos, 23 de agosto de 2010."

Con el remordimiento de haber leído una postal que no era para mi, me he introducido sigilosamente, como un ladrón a punto de ser descubierto, en el portal contiguo para dejar la tarjeta en el buzón del destinatario. Al salir, una sonrisa de complicidad se me reflejaba en la cara.


03 abril 2010

Cuanto antes mejor

De: baltasar@hotmail.com
Enviado: sábado, 3 de abril de 2010, 16:51:45
Para: santaclaus@hotmail.com

Este es un mail de despedida, aunque no me gustaría que sonara a dramático porque ni la situación lo es ni lo que se termina puede calificarse de profundo. Es solo una forma de despedirme sin hacer mucho ruido, pero sin querer que entiendas el adiós a través del tiempo y la falta de contacto.
Al mismo tiempo es una reflexión, ante todo para mi, porque yo siempre estoy intentando aprender cosas nuevas, sean culturales, o vitales, pero mi afán de aprender no se termina nunca. En mi reflexión empiezo culpándote a ti, lo normal en cualquier persona, echar la culpa al que tiene enfrente, porque es más fácil así, porque aceptar los propios errores es más difícil que los ajenos. Pero ahondando en todo esto, me sale un resultado diferente. Si bien creo que tienes tu parte de culpa, admito la propia, que no es poca. Aunque desde la primera conversación que tuvimos te dejé claro que mi interés en la actualidad no se centra en sexo ocasional sino en la construcción de una relación de pareja, pareció que tú no te dabas por aludido. He hablado con los que me rodean sobre informar a una persona nueva en tu vida de lo que quieres, todos coinciden en que es muy pronto para fijar objetivos, que a alguien que apenas entra en tu vida no se le puede decir algo así. Pero yo he llegado a la conclusión de que si alguien se asusta porque yo tenga las ideas claras, y sepa lo que quiero, CUANTO ANTES MEJOR, para qué perder el tiempo intentando disimular lo que uno realmente quiere. ¿De qué sirve ir despacio para no llegar a ninguna meta?
Sí, me dicen que siendo así puede que tenga una conducta de evitación, quién sabe si es cierto o no, pero al menos no me cuelgo de gente que al tiempo, después de conocerlo, te das cuenta de que no ha valido la pena tanto esfuerzo. Hay tanta gente en el mundo que es una pérdida de tiempo invertir mucho en la persona equivocada.
Otra conclusión a la que he llegado es que ya no se trata de que yo guste a alguien, siguiendo un protocolo social para gustar más (no llamar hasta el tercer día, no mostrar mucho interés...), sino de que alguien me guste a mi. Desde el momento en que alguien me busca, me regala el oído, me pide una cita, y me la cancela horas antes del momento de vernos, puedo empezar a pensar que esa persona, o tiene una explicación (no me gustan las excusas) muy seria, o es tan infantil que cree que puede jugar al escondite. Mi lema es dar dos oportunidades, la tercera es un bono que nunca he entregado. Que soy impaciente, pues yo pienso que soy lógico, que tengo sentido común.
Por aquí van los tiros, más o menos. Resulta que me he dado cuenta de que me has tomado por un mamarracho más de esos que pueblan las noches y los mundos hechos de ceros y unos, y no sé si me ha molestado más que me hayas tomado por alguien así, que yo no haya sabido transmitirte que no lo soy, o ambas cosas a la vez. Aunque lo realmente importante es mi decisión de suprimir esta conducta.
En el momento en que soy consciente de que estoy jugando a encontrarme contigo en el mundo virtual tomo la decisión de cortar los hilos que nos vinculan. Es como dejar de fumar, evito el riesgo de volver a caer, cambiando rutinas. Y borro tu número de teléfono de mi agenda. Me da igual si te suena a despechado, no quiero encontrarme contigo cada vez que conecto mi ordenador, y en realidad no me importa lo que pienses de mi en ese aspecto. Eso sí, si me encuentro contigo te saludaré, porque lo cortés no quita lo valiente, y ante todo soy educado. Soy muy educado, porque no te reprocho que cuando has venido a casa hayas querido quedarte a dormir y luego me digas que has disfrutado mucho teniéndome como almohada; que me digas que piensas en mi pero no actúes como si pensaras en mi; o esa estupidez de que ya tienes nuestra canción. No te lo reprocho porque sé que a veces jugar a ese juego palia el dolor de las heridas de guerra que traes, heridas que tú mismo evitas cerrar, volviendo a rascar en la herida cada vez que comienza a cerrarse. Aunque no sea justo para quien se cruza contigo.
Pensé que eras un seductor, pero después de conocerte un poco me he dado cuenta de que te faltan unos centímetros para serlo, unos años de madurez (mental, no real), un buen fondo de armario, y un par de huevos. Que lo tuyo aburre a la tercera, por repetido, por estereotipado y por falta de clase, sobre todo después de verte anoche con cualquier mamarracho de tercera de esos a los que yo en un bar no miraría ni por aburrimiento.
Espero que todo te vaya tan bien como me va a mi.

30 marzo 2010

En la Nada oscura y fría

Aparece de la nada, proviene de esa maraña de información entremezclada en conexiones invisibles que une cualquier casa con otra en cualquier parte del mundo, una nebulosa oscura de parecida textura a la Nada de La Historia Interminable. Esa Nada que contamina todo convirtiéndolo en otro algo parecido pero diferente, desmineralizando la naturaleza primigenia de los objetos y convirtiéndola en otro similar contagiado de la posibilidad de pertenecer a una red pública accesible para expertos muy expertos.
Es simple, solo una frase: "Gracias por aceptar mi invitación". El virus ya ha sido infiltrado, permanece de forma latente sin mostrar síntoma alguno, tardará alrededor de tres meses en comenzar a desarrollar la enfermedad.
El catalizador fue un status, muy simple, en forma de telegrama, le hizo gracia y le comentó por primera vez. Se encontró con una respuesta que no había previsto, una declaración de intenciones que dejaba claro que la invitación tenía un trasfondo más profundo.
A partir de ese momento aparecieron los síntomas, tenues al principio, reforzándose a medida que pasaban los días.
Una tarde se lo encontró entre el maremágnum de conversaciones que pueblan la Nada oscura y fría que se esconde tras la pantalla. Los síntomas dieron paso a la enfermedad que se agravaba a medida que su perfume se gravaba en las terminaciones nerviosas de su olfato, que su sabor se metía en su memoria, y que su tacto se adhería a su piel como una funda perfecta.
Entendió que a partir de ese momento lo pasaría mal, muy mal, pero no podía doblegarse al destino.

20 marzo 2010

Charla en la elíptica


Gimnasio, sábado a las 12:00 del mediodía.
-Hay que tener ganas de meterse en la elíptica una hora entera un sábado por la mañana.
-Pues sí, pero habrá que hacer algo para bajar el michelín, que el verano está a la vuelta de la esquina. Sé que aún me da tiempo a estar en forma para el verano, en las fotos de los años anteriores estaba estupendo, pero en esta época siempre me da el pánico de que llegue el verano y no verme bien.
-Sí, claro, siempre parece que se te ha echado el tiempo encima.
-A veces me pregunto si tanto sacrificio merece la pena, porque nos tiramos meses currándonoslo en el gimnasio, haciendo dieta, para pasar unos días en la playa y lucir palmito. Luego me recuerdo que lo hago para verme bien todo el año, no es sólo cuestión del verano.
-Es cierto, pero creo que los gays sois muy exigentes, en la playa vais con el último modelo de bañador y el cuerpo diez, y queréis que todos a vuestro alrededor estén igual de bien.
-Es verdad, en el mundo gay hay que estar muy bien para poder relacionarte con la elite y, sinceramente, nadie quiere pertenecer al club de los pringados. No te imaginas el dolor de espalda que provoca mantener la pose durante horas para que se te vea medianamente bien. De la toalla a la orilla no se te ocurra echar a correr no vaya a moverse esa parte de tu cuerpo sobre la que no quieres atraer la atención. Con el tiempo aprendes a caminar sobre brasas con cara protocoloria mientras saludas a unos y otros, sin querer mirar atrás para no ver cómo vas dejando capas de piel de las plantas de los pies. Cuando llega el momento del paseo acabas caminando con un ojo en la orilla para no clavarte ninguna piedra, y otro a la gente que te vas encontrando para fichar al chulo más buenorro de la playa, o para esquivar la vista de aquél a quien no quieres ni saludar. Es todo un arte no te creas.
-Lo dicho, es un mundo muy exigente y competitivo.

19 marzo 2010

09 marzo 2010

05 marzo 2010

El ciclo de la vida

Todo empieza aq

03 marzo 2010

Como el día: oscuro.


Anoche, desde mi balcón

02 marzo 2010

Naranja(s)



Producto de la tierra

28 febrero 2010

Ingravidez marina


Intranquilidad, así es como definiría su estado de ánimo, no sabía el porqué y no se entretendría en pensarlo, lo que mejor iba para situaciones así era calzarse las zapatillas e irse a correr por el Paseo Marítimo.
Además de quemar calorías, le vendría bien quemar la energía acumulada que bullía en su interior y que le impedía asentarse en esa tranquilidad en la que últimamente se mecía. Tomó el Paseo Marítimo adelante y comenzó a caminar rápido como forma de calentamiento, a lo que le siguió un alegre trote durante unos minutos, para comenzar a correr en una carrera que duraría más de media hora.
Inspiraba, exhalaba el aire, sabía que mantener el ritmo de la respiración es lo que le salvaba del cansancio prematuro y del temido flato que cuando aparecía obligaba a detener el entrenamiento. A lo largo de la carrera se iba cruzando con personas aquí y allá, unas paseaban, otras caminaban, iban en bicicleta o con patines, y de vez en cuando se cruzaba con otros corredores, algunas caras ya le resultaban familiares.
Empezó a notar como un hilo de sudor le corría espalda abajo, era lo único que le disgustaba de hacer deporte, pero era inevitable si quería mantenerse en la zona cardiovascular y eliminar toxinas.
No sólo le gustaba correr por el efecto biológico que esto producía en su cuerpo, se sentía adicto a las hormonas que el cuerpo segregaba, sino que también le permitía aislarse del mundo, abstraerse en sus pensamientos sin importarle lo que sucediera alrededor. Era un momento del día que sólo le pertenecía a él, se sentía igual que cuando en verano se sumergía en el mar aislándose de los estímulos exteriores, ojos cerrados, sonidos atenuados por el agua, sintiéndose conectado con las energías del planeta.
Llega al final del Paseo, va bajando el ritmo hasta que acaba caminando rápido, para parar y hacer unos estiramientos. En ello estaba cuando levanta la cabeza, y ahí está, la ve en todo su esplendor, exhuberante y llamativa, sonriendo con un punto de recato al resguardarse tras unos hilos de nubes. La culpable de toda esa intranquilidad.


23 febrero 2010

Día de playa


Sábado en la playa de Carvajal


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lamemoriadeadriano@gmail.com

21 febrero 2010

Flor del almendro

Flor del almendro en el campo familiar
Ya hacía tiempo que no lo sentía y ni siquiera se había dado cuenta, hacía meses que al despertar no le venía a la cabeza ningún nombre, no se acordaba de nadie, ni para bueno ni para malo. Hasta unos meses atrás, cada despertar conllevaba el esfuerzo de neutralizar el primer pensamiento del día, depende de la época concernía a la última relación (esforzándose en recordar los motivos por los que ya no era su pareja para facilitar la neutralización), o a la historia que mantenía que no le hacía feliz (organizando mentalmente el discurso de la ruptura). No sabía cuándo había empezado a ocurrir, pero acababa de darse cuenta de que ya no tenía ningún pensamiento de ese tipo al despertar. Y era muy liberador.
Había ocurrido cambios en su vida, pequeños, buscados, decididos de antemano, en torno a los cuales había construido una nueva rutina que era bastante parecida a la anterior, pero que la mejoraba mucho porque se dedicaba a mimarse en lugar de dedicarse a la búsqueda de algo que le faltaba y que no tenía claro qué era.
Decidió borrar el perfil de la página de contactos, hacía tiempo que dejó de conectarse a ella, desde que dejó de contestar a los mensajes porque en realidad se había dado cuenta de que no disfrutaba de esa práctica, por mucho que se hubiera puesto tan de moda. Los encuentros que había tenido, aún siendo buenos, no eran ni la mitad de buenos de los que había tenido a lo largo de su vida en situaciones más bien clásicas: conocer a alguien en persona, jugar a seducir o ser seducido para tener sexo o intentar tener una relación.
Dando un paseo por los dos últimos años, llegó a la conclusión de que se había pasado el tiempo buscando una pareja que ni siquiera quería tener, porque aún no estaba preparado para volver a confiar en alguien, para volver a entregarse a alguien.
De pronto le vino esa sensación de nuevo, la reconoció, le dio la bienvenida y le hizo espacio en su cama. Sintió en su interior la capacidad de compartir, no de entregar, su tiempo con alguien, de compartir, no de entregar, su economía con alguien, de compartir, no de entregar, su casa con alguien. Y sintió también que volvía a ser capaz de hacer algo por alguien, se veía a si mismo preparando la cena, con música de fondo, acompañado de alguien que aún no tenía cara, y esa idea no le produjo rechazo. Sintió la capacidad de disfrutar con ese enigmático alguien sin cara en compañía de su familia, de sus amigos, y sintió la capacidad de ofrecer exclusividad a ese futuro sin dudar de su capacidad de fidelidad.
Ya era un hecho, estaba preparado, una sensación de euforia le envolvió.